Joyce DiDonato: "De niña me encerraba a cantar musicales o Barbra Streisand"
La VanguardiaVuelve al Palau de la Música Catalana por segunda vez en un año. Ahora a modo de buen augurio, abriendo este lunes (20 h) la temporada, en lo que parece ser la salida del túnel pandémico. Era enero de este mismo año cuando la carismática y todo terreno mezzo Joyce DiDonato hacía su debut en la sala modernista, aun en periodo de duras restricciones. El público liceísta había tenido el privilegio de disfrutar de su canto desde que en 1998 ganara el premio Operalia y comenzara a convertirse en una celebridad. Había sido Fenena en Nabucco, Sesto en La clemenza di Tito, Angelina en La Cenerentola, Cendrillon en el título de Massenet, Maria Stuarda en el de Donizetti, Romeo en I Capuleti e I montecchi… y ofreció en concierto Agrippina.
Entregada sobre todo al barroco y al bel canto, DiDonato sorprendió justo antes de la pandemia con una particular versión de Winterreise que tras haberla presentado en el Carnegie Hall de Nueva York brindó al público de la Schubertíada de Vilabertran. Una versión que sacó en álbum la pasad primavera y en la que ella adopta el papel de la cantante que lee la carta del protagonista hablando de su amor perdido. Además, este mismo verano ha debutado con Wagner en el Festival de Torroella de Montgrí, incorporando a su repertorio algunos de los Wesendonck Lieder…
Llega arropada por los músicos de Il Pomo d’Oro y su proyecto de barroco antiguo y menos antiguo, ‘My favourite things’
Con todo, esta estrella que domina tanto la comunicación con el público como las triquiñuelas del oficio del canto, y que es capaz de pasearse por un pupurri de estilos, no había estado aún entre las Grandes Voces del Palau. Su recital del pasado enero, aún con la pandemia en los talones, suponía su debut en la sala modernista. Y como era imposible reunir a su grupo, renunció a cantar el contenido del álbum del momento, Songplay, y ofreció un repertorio que combinó Mahler o Berlioz con Duke Ellington o La Vie en Rose. Ahora llega arropada por los músicos de Il Pomo d’Oro y su proyecto de repertorio barroco My favourite things.
Cuando una estrella anuncia sus ‘músicas favoritas’, es inevitable imaginarla de adolescente encerrada en su habitación cantando las canciones que más le estimulaban. ¿Cuáles eran esas músicas? ¿Qué cantaba en su pueblo del medio oeste americano?
Uau, pues yo cantaba musicales, Jesucristo Superstar, todos los álbumes de Barbra Streisand, cantaba Whitney Houston, Billy Joel… Sucedía cuando más o menos tenía 11 años y efectivamente me encerraba en la habitación…
¿Y cuál fue el flechazo para decantarse por Monteverdi o Händel, un gran salto, sin duda?
Sucedió cuando tras el 11-S hicimos en Amsterdam, en la Ópera Holandesa, un Giulio Cesare con Daniel Denisse como protagonista y Magdalena Kozena como Sesto, y yo cantando el papel en el segundo reparto junto a Nathalie Stutzmann y un equipo estelar. Y sencillamente me enamoró.
Esta música de hace cuatro siglos te permite profundizar mucho más y en este sentido es mucho más moderna”
Ahora presenta a este My favourite things con dos partes: los antiguos, como Monteverdi, Cesti, Merula o Dowland, con un orquesta incluso más escueta, y luego los modernos: Hasse, Händel, Rameau. ¿Qué los hacía modernos en el barroco?
Tal vez el término moderno es más bien musicológico y se trata más de hablar de los compositores del siglo XVII y de los del XVIII por separado. Pero los antiguos parecen tan modernos y tan frescos… Es extraordinario: hay tal pureza en Monteverdi, en Dowland o Ceste, dejan tanto espacio para el oyente y para el intérprete que son como un lienzo en blanco para poder jugar e identificarse, de manera que en el momento en que entras en el romanticismo y en el siglo XX y ves que está todo allí, sobre la mesa, tienes la sensación que esta música de hace cuatro siglos te permite profundizar mucho más, y en este sentido es mucho más moderna.
¿La pandemia nos acerca a esta posibilidad de que el público del barroco salga al pasillo de la sala a bailar?
Tal vez sí. Veremos que tal en el Palau. Con la orquesta hemos estado decidiendo fraseos y tempi. Yo siempre los aprieto un poco, les recuerdo que estamos en pandemia, que no hay reglas. Que si ha habido un momento para quitarse de encima la formalidad y todo aquello que pone distancia entre nosotros y la posibilidad de tener la experiencia con la música como algo nuevo, ese momento es ahora. Es ahora que podemos.
Me he pasado este tiempo cantando con auriculares a distancia, sin posibilidad de réplica: así no hay forma de crear nada”
¿Cómo ha sido el reencuentro con Il Pomo d’Oro?
Emotivo. Porque la demanda de seguir con la música online ha sido muy fuerte. Me he pasado este tiempo cantando con auriculares a distancia, no había manera de crear nada. No había la posibilidad de replicar formando parte de la actuación in situ, y eso es lo que propicia la creación.
Usted siempre revindica el papel social de la música, la responsabilidad del arte. ¿Qué cree que está pasando con la cultura en Estados Unidos, su país, después del periodo Trump?
No lo sé, he pasado la pandemia en Europa. Pero todo Occidente tiene ahora que escoger cómo vuelve de la pandemia. Y puede ser en muchas direcciones. Yo sé lo que me gustaría que pasara, pero no depende sólo de mí. En todo caso, aún ha de pasar un tiempo para tener perspectiva. Habrá que ver cómo afectará todo esto a los niños, que solo conocer una realidad: distancia y mascarilla.
Salgo de la pandemia distinta, como si las cosas hubieran cambiado. Soy de las que cree en que la vida se exprese pero la sociedad no sé”
¿Y usted cómo ha salido?
Me siento distinta, como si las cosas hubieran cambiado. Siempre he creído en dejar que la vida se exprese y te traiga las cosas para aprender y crecer. La sociedad no sé, la gente suele pensar que la clave para la autopreservación es dividir y separar, y yo no lo veo así. Aunque puedo estar equivocada.
¿Por qué vive en Europa? ¿Qué es lo que le gusta tanto de Catalunya?
Me gusta porque es donde estoy ahora mismo. Y la abrazo con todo mi corazón. No es que lo haya decidido, sino que es donde estoy y lo disfruto, disfruto del clima, de la comida, de aprender cosas de una cultura nueva para mí.
Catalunya me gusta porque es donde estoy ahora mismo. Y la abrazo con todo mi corazón, pero no es que decidiera vivir aquí”
Hace un tiempo que no escribe su blog Yankeediva. ¿Por qué lo dejó?
Siempre he usado las redes sociales para poder hablar de cosas que quería comentar y compartir en aquel momento. Lo escribía. Pasé un periodo en que tenía mucho que dar y con lo que contribuir, especialmente con los jóvenes cantantes, pero llegó un punto en que sentí que me repetía.
¿Cómo vive esa exposición de 24 horas al día en las redes?
Intento siempre asegurarme de poner algo sustancial, algo que debe ser dicho, pero es una plataforma para compartir veladas y experiencias de mi mundo, del privilegio de viajar… Es una forma de mostrar al mundo cómo lo veo yo. E intento ser positiva.
¿Algún proyecto en perspectiva?
Salir de la pandemia. Y ahora canto la primera Theodora [el oratorio de Händel] en la Royal Opera House, a la que será fantástico volver. Y en marzo lanzo un proyecto gigantesco, Eden, al estilo de Guerra y Paz, y que tiene un elemento educativo. Los días en que padres y los abuelos traían a los niños al teatro y auditorio están desapareciendo. Y tampoco está el arte en las escuelas como solía. La forma de engancharlos es introducirlos en la música.
¿Algún papel en perspectiva en el Liceu?
Hablamos a menudo pero siempre hay un problema de agenda.